martes, 1 de enero de 2008

La tierra de los cañones hermanos

El conocido Cañón del Colca y su hermano, un poco más al norte, el Cañón de Cotahuasi, ambos en e departamento de Arequipa, tienen todas las condiciones para ser declarados maravillas de la naturaleza, dueños de una salvaje y poco conocida belleza, donde el visitante encuentra un ambiente semejante al de los primeros tiempos de nuestro mundo.

Cañón de Cotahuasi, el más profundo del mundo



Aunque algunas comparaciones son odiosas, hay que establecer las diferencias, es decir, las medidas de uno de los cañones más famosos del mundo, como el del Colorado y los poco conocidos tajos de Arequipa.

El Cañón del Colorado, Arizona, Estados Unidos tiene 1 600 metros de profundidad


El Cañón del Colca, Arequipa, Perú, 3 400 metros

Y el Cañón de Cotahuasi, Arequipa, Perú. 3 535 metros.

Hay otras diferencias, entre ellas, la gran publicidad que rodea al Cañón del Colorado, y la construcción de aquel extraordinario mirador denominado Skywall, desde donde se puede dominar gran extensión del río Colorado. También, por supuesto, hay avionetas y helicópteros que satisfacen las ansias de aventura de cualquier visitante, en óptimas condiciones de seguridad.

Nuestros cañones también son tanto o más impresionantes. Casi en los linderos con el vecino departamento de Ayacucho, está esa región que hemos dado en llamar la tierra de los cañones hermanos: el Colca y el Cotahuasi.

Sus profundidades tienen el impresionante marco de montañas nevadas, verdes valles y cerros marrones, blancos, violetas, formaciones rocosas tan extrañas como la obra de une escultor desmesurado, de pueblecitos colgados de las laderas entre andenes, de gente hospitalaria y amistosa que labra la tierra, monta veloces caballos de corta estatura y hace acrobacias sobre asnos y cóndores disfrutando del sol en el cielo mismo.

El cóndor es el amo del cielo sobre el Colca




Esa es, a grandes rasgos, aquella extraña región, cortada por dos profundas puñaladas por la naturaleza para construir desafíos inmensos a los pobladores y a los visitantes.


Del Colca, al que llamó el “valle de las maravillas”, escribió Mario Vargas Llosa en un libro titulado Descubriendo el valle del Colca: “La irrigación que a través de decenas de kilómetros de túneles, lleva las aguas del Colca al otro lado de estas montañas, a la pampa de Majes, hizo que se abriera un camino y que ahora se pueda venir en auto a este lugar adonde antes solo se llegaba en mula o a pie. Pero el turismo es todavía escaso y el hombre moderno no ha tenido tiempo de depredar el valle. Solo el tiempo lo ha hecho, aunque por fortuna, moderadamente”.

Caídas de agua de impresionante belleza cerca de Chivay



Ahora es posible hacer el vieja entre Arequipa y Chivay, en la cabecera del cañón, en tres horas y media, en ómnibus, o combi.

Pero esto vale también para el valle del cañón de Cotahuasi. Esas colosales obra de la naturaleza se encuentran casi intocadas por el hombre. Muestran lo que fue la rugosa faz de la tierra hace millones de años, excepción hecha de los pueblos y las gentes que hace quizá solo 2 000 años comenzaron a rondar por sus entornos.

Desolado paisaje en las alturas de La Unión





El vulcanólogo Alberto Parodi, autor de la geomorfología del cañón, dice que su origen se remonta al prepaleozoico, es decir, a unos 600, millones de años atrás, por lo que “el cañón del Colca, en toda su longitud y profundidad, es un libro abierto cuyas páginas –las rocas que afloran y su enorme desgaste en el transcurso de miles de siglos- nos describen la historia de la tierra en esta parte del continente americano”.

Para llegar a Cotahuasi desde Lima, hay que resignarse a vivir 23 o 24 horas en un ómnibus. Y si uno se anima a una escala en Arequipa, el viaje desde aquí durará entre 12 y 13 horas, pero todo será compensado por el impresionante y espectacular paisaje que irá descubriendo en cada tramo del camino.

El promovido Gran Cañón del Colorado, con sus 1 600 metros de profundidad, tuvo la gloria de que un compositor como Ferde Gofré, le dedicara una suite denominada justamente El Gran Cañón. Nadie ha dedicado una sinfonía al Colca ni al Cotahuasi, situados uno de otro, a unos ochenta kilómetros y descuidados hasta el olvido por las autoridades, que bien podrían hacer el esfuerzo de construir buenas carreteras que abrieran la zona a un mayor flujo de visitantes.

Solo desde hace unos 10 años, los pobladores de ambas provincias, de Cotahuasi en La Unión y el Colca en Cailloma, residentes en Arequipa, Lima y en sus propios pueblos, han tomado conciencia de la importancia de promover esas riquezas que pueden también contribuir a su bienestar y desarrollo.

Catarata de Sipia en el cañón de Cotahuasi de 150 metros de caída



Esas son las riquezas desconocidas que el norte de Arequipa puede ofrecer al mundo. No solo la majestuosidad de su paisaje impresionante y duro, porque no ha sido tocada o por el hombre sino dulce y tierno donde la gente ha puesto la mano para abrir los surcos o construir las casas. Pero a despecho de todo lo que pueden ofrecer los cañones hermanos, la soledad, la pobreza y el abandono son los signos comunes de esas tierras.

¿Será esta la hora de que el bienestar secular tan esquivo como el cóndor, llegue a ellas por obra de los gobernantes de buena voluntad que atiendan el reclamo de esos peruanos olvidados?

Porque se trata de dos grandes potenciales turísticos desperdiciados por falta de apoyo estatal que no provee las vías de acceso necesarias. Un promotor oficial del turismo dijo hace años que “la empresa privada debe contribuir a que la afluencia de turistas sea una realidad a esos dos grandes atractivos del departamento de Arequipa”.

El visitante encuentra aventuras en la tierra y en el cielo



Lo que no quiso o no pudo decir es que las vías de acceso no solo tendrán en esa zona una función turística sino fundamentalmente social y eso es una obligación que el gobierno ha olvidado largamente en las provincias altas.

La mayoría de turistas que visita el Perú se vuelca a Cusco y Puno, si se trata de centros turísticos del sur porque llegar allí es fácil, por avión, tren o carretera.

Llegar a los cañones es mucho más difícil, salvo para quienes deseen hacer turismo de riesgo y aventura. Hay que desear que la hora de los cañones hermanos haya sonado este 2008 para descubrir su ruda fisonomía y realidad geológica a los ojos de la humanidad y para fomentar el bienestar de sus gentes.

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