sábado, 18 de junio de 2011

El arte de Juan González

Hijo de inmigrante asturiano
dedicó su vida a dibujar
la arquitectura de Arequipa


Juan González Málaga merece un destacado lugar entre los artistas de Arequipa, cuya principal preocupación fue captar la ciudad en cartulina y tinta china para protegerla y conservarla ante el avasallador avance de eso que llaman progreso y que arrasa hasta con las heredades más hermosas y queridas.


Elisabeth cuida de su esposo Juan
En la mitad de la década de los 50 del siglo pasado, Juan González era flaco, como lo eran, creo que por herencia, todos sus hermanos, hijos de aquel asturiano que, llegado en 1925 a Arequipa, creara una llamada Agencia Moderna, que a la par que librería que ofrecía revistas de todo el continente y los últimos libros editados en España, era el escenario de un cenáculo en que discutían, conversaban y chismeaban sobre todos los temas imaginables, los intelectuales, artistas, catedráticos y lectores sin rango o a quienes les daba la gana de intervenir en los debates.

Por esos tiempos, era alrededor de 1955, Juan comenzó a frecuentar la corresponsalía de La Prensa situada en el crucero de las calles San Juan de Dios y General Morán, no se sabe si porque tenía real interés en trabajar en ese diario o si lo hacía simplemente por visitar a la secretaria María Elisabeth Luna, llamada “Belchita”, de quien estaba enamorado y con quien se casó años después.

Ya entonces mostraba sus dibujos a tinta china de lugares escogidos de Arequipa. Creo que de esos años es un dibujo de la reja de la catedral que da frente a la calle San Agustín, detrás de cuyos hierros se ve de perfil la fachada de la iglesia. Me sorprendió la fidelidad de los trazos y el ángulo desde el cual había sido captada, y los mínimos detalles que se veían entre las rejas de la bellísima portada de hierro.



Fachada de la Compañía de Jesús
Después me mostró otras de sus obras, entre ellas, la torre de la iglesia de la Compañía de Jesús, la fachada de la Casa del Moral, el jardín de esta casona, donde se veía –si la memoria no me engaña- un árbol y una rueda de carreta.


Pino junto a la lavandería

Revistas y periódicos han publicado los trabajos de Juan, cuando el objetivo era dar un toque de belleza a crónicas sobre la arquitectura de la Ciudad Blanca. Recuerdo hasta un aviso publicitario en que se ve la escalinata de la catedral y las huellas de unos pasos porque, hay que decirle, su dibujo fue incluido en la publicidad de una fábrica de zapatos.

Desconozco si recibió pago alguno por la publicación de sus obras. Un folleto sobre el monansterio de Santa Catalina, incluye muchos dibujos del exterior e interior del convento y demuestran la maestría de sus trazos y su capacidad de observador de los detalles que le aportan belleza a cada motivo en que fijó sus ojos.



Muros de Santa Catalina

El gran artista Juan González Málaga, a sus 81 años, está hoy inactivo. No por su gusto ni por obligada jubilación. Un infarto cerebral lo ha instalado en una silla de ruedas, donde cuenta con la devoción y el amoroso cuidado de Belchita, su esposa, quien cuida de cada centímetro de su cuerpo y protege cada segundo de su vida.



Casa del Moral

Juan es hijo de Adolfo González Rodríguez, inmigrante de Asturias, quien junto a sus cuatro hermanos, dieron el salto de vendedores callejeros de periódicos en Buenos Aires, a fundadores de librerías importadoras de diarios, revistas y libros, en Argentina, Bolivia y Perú.

En su casa de la urbanización Álvarez Thomas, cerca de la conocida avenida Dolores, Belchita Luna me muestra las obras de su esposo, que conocen pocos habitantes de la actual generación y de la ciudad a quien ese artista dedicó tanto cariño.



Portada de la iglesia de Yanahuara



Calle Córdoba: ciudadela de Santa Catalina
Calle Toledo de la Ciudadela
Junto a estas breves palabras, que nunca serán suficientes para elogiar al gran artista que es Juan González Málaga, quiero difundir algunas imágenes de la Arequipa que dibujó y cuyas muestras de ese arte contemporáneo, deben exhibirse en alguna exposición o un museo antes de que casonas típicas, iglesias, zaguanes y calles con nombres españoles del monasterio de Santa Catalina, corran el riesgo de perderse por un eventual fenómeno de la naturaleza o por la mano del hombre.

Luis Eduardo Podestá

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