jueves, 30 de abril de 2009

Bicentenaria devoción a la Virgen de Chapi



Miles de peregrinos pintan
la noche de los cerros
con caminos de luz


Otra vez, como quizá desde hace alrededor de 200 años, volverán a verse en las laderas de los cerros cercanos a ese lugar maravilloso y magnético llamado Chapi, las hileras de luces con que cientos de peregrinos pintan las noches en una muy diferente romería a las conocidas en el mundo. Así culminan su caminata de kilómetros para acercarse al santuario donde está la esperanza de un bienestar futuro o el agradecimiento por un favor recibido.

Por allí espera al caminante la imagen del milagro, la Virgen de Chapi, que no mira a quién reclama un favor para sí o para alguien a quien ama, y que año tras año, en esa solitaria cabecera de un valle sin vegetación ni agua, fundara una de las más poderosas devociones católicas que se renueva cada 1 de mayo.

De acuerdo con los estudios de monseñor Leonidas Bernedo Málaga, antiguo obispo de Arequipa, un tiempo director del diario El Deber e historidador sacro, fueron los churajones y los taratas, residentes de aquellas tierras inhóspitas, donde la pobreza era y es el signo común, los primeros en rendir culto a una imagen que habían descubierto entre los cerros, semienterrada en la arena a principios del siglo XVII.




El extraño hallazgo se produjo en un cerro cercano al pueblecito de Churajón, donde comenzó la ahora bicentenaria veneración.

Cuando el párroco de Pocsi, Juan de Dios Tamayo, se enteró de aquel culto, decidido que la imagen fuera trasladada a su parroquia. Corría el año 1798 cuando el prelado nombró a una comisión de vecinos para que trajera la imagen que no merecía estar cerca de aquel pueblo miserable.

Cuenta la tradición que consigna monseñor Bernedo Málaga, que los vecinos cargaron con la imagen y emprendieron el camino a Sogay, pero luego de caminar unos cinco kilómetros debieron detenerse a descansar y cuando intentaron reanudar la marcha, les cayó encima una extraña lluvia de arena gris, que llamaron cenicero, y que, de acuerdo con la teoría de especialistas, serían los resultados de una benigna erupción de cenizas del cercano volcán Ubinas.

Los apuntes de monseñor Bernedo indican que los vecinos intentaron levantar la imagen para continuar su camino, pero pesaba tanto que no pudieron hacerlo, a pesar de unir los brazos de todos los presentes. Cuantos intentos hicieron de levantar la imagen de aquella Virgen sonrosada que lleva en sus brazos al Niño Jesús, resultaron inútiles.

Entonces uno de los presentes escuchó una voz suave que decía en quechua «Chay llapy chay llapy», cuyo significado es aquí nomás. Todos los demás vecinos de Sogay aseguraron que escucharon la misma voz y la misma orden y comprendieron que “la voluntad de la Santísima Virgen era permanecer en aquel lugar e interpretaron el que sería más tarde su nombre: Chapi”.

Refiere monseñor Bernedo que “la noticia del milagro corrió por todos los pueblos aledaños, que ofrecieron lo que tenían a la mano para levantar su primera capilla: piedras, palos, barro y paja”.

Eso bastó para que allí mismo se erigiera un rústico santuario al que concurrían en número cada vez mayor, peregrinos deseosos que rezar ante la imagen y pedirle favores.

El 13 de agosto de 1868, cuando tuvo lugar un violento terremoto que destruyó la capilla pero no causó daño alguno a la imagen, los fieles se convencieron de que estaban frente a una imagen realmente milagrosa.

Autoridades de Arequipa deciden la construcción del nuevo santuario

Allí mismo se levantó una capilla de las mismas características de la primera y 1887, los devotos decidieron levantar un templo serio con fuertes paredes de sillar con techo de calamina que fuera capaz de resistir temblores y las lluvias.

Más adelante, en 1942, el párroco de Chapi, el padre Domingo Díaz, vio que tanto el templo como sus entornos, no eran dignos de la majestad de la Virgen y que era necesario dotar al santuario de las facilidades que requería la cantidad de peregrinos que llegaba hasta Chapi.

Consiguió mediante donaciones, el dinero suficiente para la adquisición de hierro, cemento, ladrillos y sillar proveniente de canteras cercanas al santuario y levantó un templo de 74 metros de largo por 22.40 metros de ancho.

El sacerdote construyó también una pequeña escuela, un local para establecer un puesto policial, una enfermería, una cafetería, una residencia sacerdotal en sus dos pisos, cocina y comedor, y, adicionalmente, habitaciones para el personal que fuera necesario emplear. El cura pensaba en lo grande que iba a ser el santuario, el cual debía estar provisto de servicios de electricidad y agua permanentes.

Cuentan que un nuevo milagro de la Virgen de Chapi se produjo cuando uno de los obreros que trabajaban en las canteras de sillar rogó con mucho fervor que les proporcionara agua porque se hallaban deshidratados por el calor y que al día siguiente cuando reanudaban la tarea se encontraron con un manantial que brotaba de bajo una piedra. Lo llamaron el Ojo del milagro y hasta ahora proporciona agua a quien la necesite a unos cinco kilómetros de distancia del santuario.

Con el tiempo, quienes usaron el agua del Ojo del milagro, descubrieron que tenía propiedades curativas. Uno de los primeros fieles que lo experimentó fue un hombre que padecía de un mal de los ojos, que quedó instantáneamente curado cuando se lavó con el agua milagrosa.

Según el padre Bernedo, el milagro del agua se difundió prontamente y de él dieron cuenta el diario El Deber de Arequipa y la Revista Católica de Lima.

La Virgen de Chapi fue traída a Arequipa por primera vez en febrero de 1890, según una información del diario La Bolsa del 14 de febrero de ese año. El obispo Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, fallecido hace dos años, la hizo traer nuevamente en 1983 con el fin de que presidiera la ceremonia solemne de clausura del Año Santo.

Los memoriosos recuerdan que entonces se abatía sobre Arequipa y la región sur, una larga sequía que había causado la pérdida de las cosechas y provocado la miseria de miles de campesinos. Poco después de la ceremonia que la Virgen presidió, se desencadenó una lluvia que levantó la agricultura de la región.

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Arequipa el 2 de febrero de 1985 los fieles llevaron a la Virgen al estadio donde fue coronada por el Sumo Pontífice. Más tarde, en diciembre de 1999, enero y febrero de 2000 fue traída nuevamente a la Ciudad Blanca, con motivo del Jubileo Santo, y los fieles tuvieron ocasión de verla visitar numerosas parroquias, algunas de ellas tan lejanas como la de Cailloma.

Originalmente, la festividad de la Virgen de Chapi se celebraba el llamado “jueves de comadres”, en la semana anterior al domingo de carnaval pero se recuerda que las festividades se vieron frustradas varias veces debido a las torrenciales lluvias que se producen habitualmente en febrero, por lo cual se trasladó la fiesta al 1 de mayo, fecha que se respeta desde 1876.




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