domingo, 1 de marzo de 2009

Un Museo para recordar



Mando medio del Apra
clona argumentos
fujimontesinistas



Ha nacido un periodista. Y eso me parece bien. Lo que me parece discutible es que haya nacido al calor de los pañales de la Asociación Nacional de Periodistas Apristas (ANPA) que lo ha clonado de publicista en periodista sin mayor trámite, ocupe, un cargo directivo y que, además, para comenzar, se lance un “Al carajo… el museo de la memoria y los caviares” en desvergonzada imitación de los mejores corifeos del corrupto fujimontesinismo.

En esa forma pretende contrarrestar una creciente corriente que cree en la virtud del Museo de la memoria para una verdadera reconciliación entre los peruanos y que rechaza la arrogancia con que este gobierno declina la generosa donación alemana de dos millones de dólares para el establecimiento de aquel recordatorio.


Por lo demás, me parece de muy mal gusto que haya aprendido a decir y consignar lisuras antes de aprender a escribir (“impulsar” se escribe con s y no zeta, y no es “reconsiliación“ sino “reconciliación” con c y no con s, compañero), y que se ocupe de la suerte de los zambitos de Namibia en incidentes ocurridos hace un siglo, antes que de los propios rulos y de una actualidad peruana palpitante. Pero dejemos ahí esos detallitos…

Alemania ha tenido la virtud de reconocer las atrocidades cometidas en la etapa nazi de su historia y allí están como ejemplo los numerosos museos a las víctimas del terror fascista. Los campos de concentración de esa época no han sido sepultados bajo toneladas de tierra sino convertidos en museos.

Pabellón de los hornos crematorios en el campo de Dachau, hoy convertido en museo





Allí está el campo de Dachau en las afueras de Munich, que es visitado diariamente por miles de personas, tanto alemanas como extranjeras, a quienes se brinda antes de su ingreso al campo, una película de veinte minutos de duración en idiomas alemán e inglés, sobre los orígenes y desarrollo del nazismo.

Es un filme que no oculta nada, absolutamente nada de aquello que consideran una culpa nacional y de la cual se arrepintieron, y la exponen cotidianamente para recordarla y sobre todo, para reforzar su convicción de que ello no debe volver a ocurrir jamás.

Es además desvergonzado, insinuar que ese museo (el proyectado Museo de la memoria) “generará odios, resentimientos inútiles e innecesarios tan igual o peor como el Ojo que llora”.

¿De dónde ha salido este namibio que nos cree lo suficientemente estúpidos para tratar de convencernos de que el Ojo que llora es un monumento al odio?

Todo lo contrario. Es un monumento a la reconciliación entre todos los peruanos, entre aquellos que estuvieron en los dos lados de la contienda y aquellos que, entre dos fuegos, sufrieron las consecuencias de esa guerra sin sentido.

El artículo que comento con indignación, fue diseminado hacia respetados miembros del periodismo peruano y parece una confesión de parte de lo que piensan estratos de cierto nivel del Apra que repiten irresponsablemente -no se sabe si con la bendición de arriba o no- lo que los voceros de la banda fujimontesinista han venido machacando con palabras y con picos y palas para destruir primero el Ojo que llora y ahora, impedir la creación del Museo de la memoria.

Por fortuna, mentes que no pueden ser calificadas de acaloradas ni afiebradas, como las de Mario Vargas Llosa, el padre Gustavo Gutiérrez, el sociólogo Julio Cotler y la de la Defensora del Pueblo, la doctora Beatriz Merino, entre muchos, han asumido la tarea de dar la batalla para que ese Museo de la memoria se haga una realidad para recordarnos descarnadamente lo que hicimos, nos cause un verdadero arrepentimiento cristiano y nos encamine en la decisión de impedir que aquello se repita en nuestra historia.




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