jueves, 14 de agosto de 2008

Serranos y costeños en Arequipa


La ciudad que cumple 468 años
vivió tres invasiones que dejaron
huella en el curso de su historia

Arequipa cumple 468 años de existencia y hay que preguntarse qué tiene, qué no tiene, cómo son sus habitantes y quiénes son sus visitantes.
Por de pronto debe señalarse que en el curso de su ya larga existencia, ha vivido –de ninguna manera digo ha sufrido– varias invasiones que dejaron huellas profundas en el carácter y comportamiento de los nativos.
Primero fueron los ingleses con Enrique Meiggs a la cabeza, que entraron por Mollendo y construyeron el ferrocarril “a la sierra”, luego los alemanes cuyas huestes encabezadas por Ernst von Wedeneyer fabricaron la cerveza y luego los puneños con su carga de música y poesía.


Ciudad embanderada por su fiesta




Como se trata de una sociedad tolerante y democrática hasta la exageración, serranos y costeños viven en perfecta paz y armonía, aunque es necesario decirlo, aquí son serranos los que han nacido o viven “de la plaza de Armas p’arriba” y costeños los que nacieron o viven “de la plaza de Armas p’abajo”.
Ahora bien, los extraños que quieren en alguna forma congraciarse con los pobladores han definido a Arequipa como una ciudad de costa rodeada enteramente de sierra.
Quizá ello se debe a que no se puede negar la presencia de la cadena de montañas que abraza a la ciudad.


El Misti engalanado como para su fiesta




El Misti, volcán tutelar que exhibe su capa de nieve, merced a las nevadas de los últimos días que gobernantes y especialistas llaman friaje, cumplió la promesa de engalanarse para esta fecha. Hace unas semanas no tenía ni un copo de blancura en sus cresta y se temía que para estos días, permaneciera así, pero un chofer de taxi me dijo con fe y plena convicción: “Para la fiesta tendrá nieve”. Acertó.

Soberbio Chachani, que dio su blancura a la ciudad




Las otras montañas son el Chachani de nieves eternas de cuyas entrañas salió en hecatombe descomunal hace ochenta millones de años, la hirviente lava que los siglos convirtieron en sillar para construir la blancura de la ciudad y el Pichupichu, cuyas cumbres muestran un inca dormido de cara al cielo.
Esas son, dicen, las montañas buenas.
Más al norte, el volcán Sabancaya demostró que entre todas hay una conexión con el infierno. Cuando las condiciones lo dispusieron así, arrojó fuego, cenizas y humo por su boca, en medio de temblores que resquebrajaron las casas e iglesias de los pueblos de Cailloma y causó el éxodo de los pobladores. El Sabancaya, en cuyas vecindades fue descubierta la dama del nevado Ampato, la famosa Juanita, mantuvo su indeseable antorcha y sus temblores durante diez años sobre una inmensa área que iluminaba por las noches y cubría de cenizas a toda hora.
Por supuesto que no todos los volcanes se portan así. En el arenoso Valle de los volcanes, en Huambo, por donde corre el río Andagua hay más de 80 pacíficas formaciones que merecen ese nombre, la más elevada de 350 metros sobre el nivel del suelo y otros menores, de entre 15 a 20 metros de altura, a los que la sabia palabra del geólogo Alberto Parodi Isolabella, calificó como simples ampollas y ninguna de ellas, emite la más leve voluta de humo.

Junto a la ciudad madre
El departamento, ahora llamado Región, tiene ocho provincias que poseen todo lo que puede anhelarse y algo más y cuyos habitantes convergen hacia la ciudad madre que cumple años y sus méritos geográficos y humanos se reflejan en la gloria común.
No es un secreto, por ejemplo, que en La Unión, capital Cotahuasi, nace el caudaloso río Amazonas, por lo que Arequipa fue un país amazónico desde mucho antes que cierta nación reclamara ese título sin éxito.

La Apacheta, al pie del nevado Mismi, donde nace el Amazonas




En efecto, el Amazonas nace como un arroyo bebito en las alturas del nevado Mismi –no confundir con el Misti, el guardián de la ciudad.
Cotahuasi por lo demás tiene el cañón más profundo del mundo, con 3 535 metros de profundidad, algo más que el Cañón del Colca, situado en la provincia de Cailloma, que tiene 3 400 metros de profundidad y la suerte de una mayor promoción por lo cual, los turistas se pelean por visitarlo, y porque, además, les brinda la posibilidad de ver cóndores en vuelo libre bajo el cielo más límpido que imaginarse puedan.

Codearse con un paisaje nuevo
De todos modos, la presencia de estos dos cañones deben hacer ruborizar al Cañón del Colorado, que alcanza solo 1 600 metros de profundidad, y del que se decía que era el más profundo del mundo, hasta que fueron puestas en valor, como se dice, esas dos gargantas arequipeñas, una de las cuales, la de Cotahuasi, hay que decirlo, necesita mucha más promoción y carreteras adecuadas para que los visitantes se animen a sus vértigos y a codearse con un paisaje solo hollado por los naturales.

Cañón de Cotahuasi, el más profundo del mundo




Caravelí, en la frontera con Ica y la más norteña de las provincias, puede también sentirse orgullosa del creciente empuje de Atico y de que su valle de Yauca –no Llauca, como apodan al Callao los chalacos– sea el productor de las mejores aceitunas del mundo, según afirman los caravileños.
Si hablamos de puertos y playas hay que recordar que el departamento de Arequipa posee el litoral más extenso que las demás regiones del Perú que tienen vista al mar.
Por consiguiente, tiene playas extensas y olas gigantescas –el “tumbo grande” que lo llaman los mollendinos–, que bañan Tambo, Punta de Bombón, Mejía, Mollendo, en la provincia de Islay, y la encantadora caleta de Quilca en Camaná, cuyo litoral se mantiene virtualmente virgen y espera que con una anunciada carretera costanera, se acabe su modorra, y por supuesto, Caravelí, cuya ribereña Atico, progresa aceleradamente.

Encantadora caleta de Quilca, orgullo escondido de Camaná





Camaná y los camanejos
Cómo ignorar a Camaná, cuyos camanejos son los personajes más simpáticos del mundo. No hay una ciudad en el resto del país donde uno pueda comer, por ejemplo, en el restaurante “Pollos a la brasa El tiburón sonriente”, o donde, a tono con la época del delivery en que vivimos, un ciudadano camanejo, trabajador militante, ofrezca sus servicios con un convincente “Se pintan casas a domicilio”.
Me viene a la memoria un episodio de mi vida de reportero cuando en una ceremonia celebrada en la ciudad de Camaná, la máxima autoridad que presidía el acto, extrajo el texto de su discurso de un bolsillo interior del saco y lo inició con un rotundo “Señoras y señores, antes de hablar voy a decir unas cuantas palabras”.
Pero Camaná tiene sus glorias, aparte claro está, de sus emblemáticos potajes a base de machas que ya se ven muy poco por el mundo y sus camarones que intentan escapar del plato de tan grandes que son.
La mayor de las glorias reales e indiscutibles de Camaná es, sin duda, Julio Granda, el maestro internacional de ajedrez, de quien dicen que llegó a las alturas de su paraíso, precisamente porque jugaba a lo camanejo, desconcertaba a sus rivales al propinarles jugadas tan insólitas que les descomputaba la masa cerebral. Eso, por lo menos, es lo que cuentan sus paisanos.
Otra provincia que tiene lo suyo como todas las demás es Castilla, en homenaje al gran mariscal, que aloja el verde valle de Majes y que no tiene salida al mar porque se interpone el distrito camanejo de Ocoña. Pero tiene abierta la ruta hacia el este recorrida por el poderoso río Majes, en una de cuyas orillas ha florecido su capital, Aplao, y en la otra Huancarqui, tierra de frutas y camarones, y según comentarios descomedidos, donde las doncellas decepcionadas pueden recurrir a hechizos y filtros que poco a poco convierten en blanca como barriga de rana, la piel de los candidatos indiferentes o de los maridos infieles para convertirlos en un remedo de Michael Jackson, aquel negro que transfigurado en blanco, como usted ya está enterado.

El puerto que fue
Mollendo ha sabido sortear el hecho de que un puerto mayor como Matarani, a doce kilómetros al norte, lo privara de su capacidad de recibir barcos, y se convirtió fácilmente en lo que siempre fue, es decir, uno de los balnearios más cotizados de la costa surperuana.
Sus habitantes tuvieron que resignarse a levantarse media hora antes cada día, a fin de poder llegar a tiempo a su trabajo en Matarani y no perder la costumbre, ya que se consideran porteños de la máxima pureza.
Condesuyos es otra de las provincias características del departamento y se interpone con su vecina Castilla, a la continuidad de las vías de comunicación entre Chivay y el Cañón del Colca con el Cañón de Cotahuasi.
Hasta hace poco, circulaba en Lima la revista Condesuyos, que describía las maravillas de su paisaje y el carácter empeñoso de su gente.
Hay, por supuesto, diferencias motivadas por el entorno en que los provincianos nacen y viven pero todos derivan forzosamente en la ciudad madre para estudiar, trabajar, visitar a familiares, hacer turismo o para convertirla en puente entre sus ambiciones y la oportunidad que les puede brindar Lima.

Ver al diablo en la iglesia
En estos días, extranjeros de todas las nacionalidades se juntan a los nativos para recorrer la ciudad de fiesta, para recorrer los silenciosos claustros de los conventos de Santa Catalina, Santa Teresa y Santa Rosa abiertos al visitante, se introducen en la Catedral para ver a ese Lucifer de madera aplastado por el tallado púlpito de la fe, y su curiosidad los lleva a la iglesia de la Compañía de Jesús para ver si es cierto que en aquella pintura de la Ultima Cena, Jesús muestra a sus discípulos una presa de cuy.

Azules claustros de Santa Catalina




También están a su disposición decenas de casonas con muros de sillar de metro y medio de espesor, convertidas en sedes de bancos y comercios y restaurantes donde hace frío en inverno y hace frío en verano bajo sus arqueadas bóvedas que resistieron cien terremotos en los últimos siglos.
Allí, en el barrio internacional en que se han convertido San Francisco, Ugarte, Zela y Santa Catalia, la búsqueda termina en una mesa donde se saborean todos los platos típicos de la antigüedad clásica o los que la imaginación más nevadosa –neologismo proveniente de nevada– puede inventar para sorprender con su sabor del siglo XXI.
Y uno puede encontrar también comidas internacionales que van desde los bifes a lo gaucho de dos centímetros de grueso y 17 de largo en El asador cocinados en persona por su propietario Gonzalet Te, en la calle Zela 201, y dos puertas más allá, en la misma sede del Bistro, al fondo, ingresar al Biergarten, -aunque de jardín no tiene ni una flor-, de un joven belga avecindado en Arequipa, donde se puede saborear una o varias de las cien cervezas que exhibe, la más barata de las cuales se cotiza a precio de euro, en 16 rutilantes soles peruanos.
Arequipa en fiesta es internacional no solo por sus visitantes sino porque en su desfile llamado desde hace medio siglo Festidanza, presenta cada año un mayor número de delegaciones de todo el mundo, que traen el mensaje de su música y las coreografías más exóticas para exhibirlas con el fondo vigilante del Misti, esta vez como en todos los agostos, pleno de la blancura de su nieve.
Luego de todo esto, hay que preguntarse nuevamente qué tiene Arequipa y qué le falta. Si tú puedes hacerlo, me avisas.





1 comentario:

Anónimo dijo...

lepn19@yahoo.es
Hola, Luis Eduardo:
Saludos de vecino comprovinciano en este 15 de agosto tan significativo para muchas realidades regionales, como la de Ica que "celebra" con justas protestas el primer aniversario de la incapacidad oficial para afrontar las consecuencias del sismo de hace 365 días. Un trago de Nájar por Arequipa, y felicitaciones por tan instructivo artículo, que hace un acertado recuento de las maravillas de Arequipa, matizándolo con puntuales y magistrales pinceladas de buena expresión literaria. Saludos.