jueves, 5 de marzo de 2009

La flotante Isla de la Justicia




En medio de una gran fiesta
el Poder Judicial instaló el
primer juzgado insular del Perú



A principios de febrero, se inauguró con la presencia de altos dignatarios del Poder Judicial, el más singular juzgado de paz que tiene el Perú y que, único en el mundo por hallarse en una de las islas flotantes del lago Titicaca, despertó el interés de numerosas agencias extranjeras de noticias.

En una isla flotante a 3,810 msnm





En primer lugar se halla a 3,810 metros de altura sobre el nivel del mar, y fue instalado en una de las 50 islas flotante que constituyen el hábitat de la nación uro, en medio del lago más alto de la Tierra.

El origen de aquel pueblo se remontan a más de mil años de leyenda, cuando la meseta del altiplano del Titicaca se encontraba vacía, según sus tradiciones transmitidas de padres a hijos, ya que no existió jamás su historia escrita.

Los uros tienen un lenguaje que se distingue del quechua y el aimara que hablan sus vecinos de las orillas del lago y del altiplano entero en este y el otro lado de la frontera con Bolivia, donde se alzó el poderoso Tiahuanacu.

El juez Carlos Lujano con Wilmer Cabezas, jefe de Imagen de la Corte Superior de Justicia de Puno, viajan hacia la isla Chulluni





Me dijo el juez Carlos Lujano Charca, titular del flamante juzgado de paz del distrito turístico Uros Chulluni, donde aquel juzgado fue instalado, que aplicará la justicia tradicional de sus ancestros pero que no dejará de lado la justicia formal, cuyas normas contienen los códigos y manuales para jueces de paz que el Poder Judicial le entregó en semanas previas junto con mobiliaio para el despacho.

“Aplicaré la justicia en nuestros idiomas, porque la nación uro se extiende a territorios quechuas y aimaras”, afirmó.

Quizá no es una isla feliz pero tiene sus comodidades modernas





La jurisdicción del juez Lujano se extenderá sobre 11,378 hectáreas de territorio insular y de tierra firme en las orillas del lago Titicaca, donde viven más de 500 familias de la etnia uro.

El juez Carlos Lujano es un joven estudiante de turismo de la Universidad Nacional del Altiplano, que aparte de administrar justicia, impulsa a su pueblo hacia las comodidades de la modernidad.

El juez Carlos Lujano a la puerta de su flamante despacho





Por eso, como ya se difundió aquí mismo anteriormente, aunque viven en chozas de totora, los uros tienen electricidad mediante paneles solares. No han esperado a que los sistemas interconectados de energía tiendan sus redes a sus islas.

Lujano habla orgulloso de la antigua historia de los uros





Lujano dijo que aunque no era una inversión muy barata –cada instalación les cuesta 750 dólares– han preferido hacerla para tener una puerta abierta a la comunicación con el mundo exterior mediante la radio y la televisión.

Cada instalación de energía solar mínima les proporciona energía para un foco, un radio y un televisor. En la misma forma financiaron su equipo para potabilizar el agua que extraen del lago y depositan en un tanque elevado, y servicios higiénicos con dispositivos que no contaminan el aire ni el agua de su lago.

“Nos juntamos dos familias y compramos el equipo”, recordó el juez.

La isla del Juzgado de Paz Uros-Chulluni, a la que el Presidente del Poder Judicial, el vocal supremo Javier Villa Stein, denominó en el acto de instalación del juzgado, Isla de la Justicia, es una de las más pequeñas de la comunidad insular.

Tiene algo menos de una hectárea y el juzgado se asienta sobre una capa de dos a tres metros de una plataforma de totora, aquel junco que desde cientos de años atrás ha servido a los uros para construir sus casas y sus embarcaciones y cuyos tallos tiernos les sirven también como alimento.

La jurisdicción del juzgado se extiende sobre más de 11 mil hectáreas de islas





Los uros tienen la convicción de que el Juzgado de Paz Uros-Chulluni les traerá la paz y la concordia, eventualmente alterada por celos y rivalidades comerciales, cuando haciendo uso de no muy buenas artes, se quitaban unos a otros, grupos de turistas ansiosos por conocer aquellas islas flotantes, donde uno parece hundirse a cada paso, pero que se mantienen ondulantemente seguras en la azul superficie del lago sagrado.




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