jueves, 5 de febrero de 2009

A 34 años de una fecha sangrienta




5 de febrero:
muerte y caos en
las calles de Lima


Como hace un año, recordemos hoy los 34 años de una de las grandes convulsiones del siglo pasado en la ciudad de Lima sobre la cual se ha tendido un manto oficial de silencio.

La historia debe conocerse y debe estudiarse, sobre todo, la historia de sucesos tan violentos y tan cruentos como los del 5 de febrero de 1975, del cual dicen versiones extraoficiales, costó la vida a 25 civiles ametrallados por el ejército y al parecer a un número similar de policías también abaleados por las fuerzas de la dictadura de Juan Velasco.

La huelga policial que reclamaba reivindicaciones salariales y mejor trato de sus oficiales, estalló la noche del 4 de febrero en el cuartel de Radiopatrulla, de la avenida 28 de julio. Voceros de los huelguistas afirmaron que los dirigentes del movimiento reclamaron previamente un diálogo con sus autoridades, pero ellas, por disposición del gobierno, se negaron a todo trato. La dictadura militar no quiso saber nada con el diálogo.

Simplemente ordenó sofocar a como diera lugar la rebelión que más que rebelión fue un movimiento laboral en que los miembros de la policía de entonces abandonaron su trabajo como una medida de presión para que sus reclamos fueran atendidos.

Los tanques de la división blindada que salieron del Fuerte Rímac –hoy llamado Fuerte Hoyos Rubio en homenaje al general Rafael Hoyos Rubio, quien murió en un accidente de aviación– se dirigieron al cuartel de Radiopatrulla adonde llegaron pasada la medianoche y sin aviso previo dispararon contra las torres de vigilancia del cuartel, que durante años, mostraron las huellas de los cañonazos en sus estructuras.

Vehículos militares en una calle céntrica con huellas de violencia





Luego arremetieron contra las puertas y las destruyeron en minutos, ingresaron al patio y dejaron indeterminado número de policías muertos o heridos bajo el fuego de sus ametralladoras y aplastaron bajo sus orugas varios coches patrulleros que encontraron a su paso.

Al día siguiente la ciudad de Lima, una capital que entonces tendría entre seis y siete millones de habitantes, amaneció sin vigilancia policial y se convirtió en un caos.

Saqueadores llegaron en grupos de los barrios periféricos o surgieron de los barrios del centro de Lima, y asaltaron y saquearon impunemente los escasos comercios y mercados que se atrevieron a abrir sus puertas.

Era posible observar en las avenidas del centro grupos de personas que se llevaban de casas comerciales, refrigeradoras, cocinas, artefactos eléctricos y cuánto objeto juzgaban de valor para venderlo o llevarlo a sus hogares. Cientos de establecimientos mostraban sus vitrinas y puertas metálicas destruidas.

Durante toda la mañana la violencia y el caos reinaron en el centro. Solo cerca del mediodía, el gobierno dispuso que tropas del ejército salieran a reprimir los desmanes a sangre y fuego. Y así lo hicieron. Fueron ametrallados grupos de personas que se encontraban en las calles aunque no fueran hampones dedicados al saqueo.

Simultáneamente salieron en camionetas y automóviles policiales con grupos de detectives con la misión de capturar a los saqueadores y reducidores. Ingresaban violentamente a las casas, oficinas y establecimientos del centro para averiguar si en ellos había algún objeto producto del saqueo y detenían a los ocupantes. Muchos de estos ‘desaparecieron’.

El gobierno decretó un toque de queda desde las seis de la tarde que duró varias semanas y provocó más muertes y sufrimientos. Los trabajadores que carecían de salvoconductos y no alcanzaban a tomar algún transporte para irse a sus casas a tiempo, eran simplemente abaleados por las tanquetas del ejército que patrullaban la ciudad.

Se producían descomunales congestiones en las grandes avenidas con una trágica elevación de los accidentes de tránsito a causa del desorden que causaban la velocidad de los vehículos cuyos conductores deseaban llegar a su destino antes del comienzo del toque de queda.

La huelga policial fue una de las consecuencias del fracaso de la política económica de la dictadura velasquista que reinaba desde 1968. Fue un movimiento que se sumó a los reclamos y protestas de numerosos sectores ciudadanos a los que el gobierno, con la soberbia de quien cree que todo lo hace a la perfección y que todo se resuelve con la fuerza, no dio ninguna oportunidad de diálogo.

Y los medios de comunicación, por temor o porque recibían ventajas del gobierno se conquistaron la animadversión del público porque un hecho de tanta trascendencia como la huelga policial fue silenciado en todos los idiomas.

Nunca se supo la verdad de lo ocurrido y hasta hoy, 34 años después, se guarda un ominoso silencio sobre aquel acontecimiento que contribuye a ensombrecer aún más la historia de aquellos días.

Motivos para reflexionar sobre las dictaduras y sus efectos. ¡Tiempos que no deben volver!



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