viernes, 25 de abril de 2008

El cronista César Vallejo que poco conocemos (IV)


70 años de inmortalidad


Esta es la cuarta y final entrega de la serie de cuatro artículos que les prometí como un homenaje al septuagésimo aniversario del tránsito de César Vallejo a la eternidad. Como se verá, el poeta periodista habla de la competencia que es la vida y recurre a ejemplos deportivos, con el lenguaje de su época. El artículo fue publicado en la revista Variedades.





París, agosto de 1927.


La vida como match

Quién vuela más lejos. Quién da mejores puñetazos. Quién nada más. Quién bate el record en tennis, en foot ball, en la duración, en la altura, en el peso, en la resistencia, en la intensidad. Quién hace más dinero. Quién danza más rápidamente. Record de ayuno, de fumador, de filatelista; record de canto, de risa, de piedad, de matrimonio, de divorcios, de asesinatos, de revoluciones...
El sentimiento o quizás sólo el prurito del record, cunde en todas las esferas de la vida. Ya nadie hace nada sin mirar al rival y sin tener en vista la meta que ha de sobrepasar a todas las metas alcanzadas hasta ahora. El aviador vuela, ya no por natural y libre vocación de vuelo, sino por hacer lo que los otros aviadores no han hecho todavía. El danzarín danza, no ya por gana libre y natural de moverse rítmicamente, sino por hacer lo que los demás danzarines no han hecho todavía. El asesino mata, no ya en un rato de violencia, de pasión o de mórbido instinto, sino por hacer lo que los otros asesinos no han hecho todavía. Así en los demás flancos de la existencia. El hombre se mueve por cotejo con el hombre. Es una justa, no ya de fuerzas que se oponen francamente, que sería más noble y humano, sino de fuerzas que se comparan y rivalizan, que es necio y artificioso. Hoy el hombre no puede ya vivir y avanzar por su propia cuenta, es decir, mirando de frente, como lo quiere el orden paralelo de las cosas, sino que vive y se desenvuelve teniendo en cuenta el avance y la vida de los demás, es decir, mirando oblícuamente el horizonte.
En esta sociedad de records y de colmos el criterio dominante es el criterio de cantidad. Se busca la cantidad, mayor o menor para todas las unidades de medida.
La calidad de los actos queda, de este modo, completamente fuera de la vida, o si ella entra para algo, es siempre para medirla por el sistema métrico decimal. En el box un recto es mejor que otro, en el sentido en que hizo inclinar un adarme, en favor del majador, la balanza de la pelea.
En el criterio de record, hasta la gracia, cuando la hay, es apreciada cuantitativamente.
El record como criterio de vida, nos viene del sport. El alma filosófica de este criterio, la cantidad, nos viene de los Estados Unidos, de aquella cultura de "standard", en que hasta las lágrimas se aprecian y valorizan porque ellas son o no pueden ser producidas en serie. En New York, una persona que llorase inmensamente, suministrando lágrimas al infinito, sería una gran fuente industrial, un gran foco de actividad y de vida.
El mundo, conjuntamente con la moda del sport, va adoptando el sentimiento del record para todas las actividades. La vida es un match estupendo, plural, multifacético, como antes fue tenida como una batalla terrible, sangrienta. (Hay quienes prefieren este último carácter de la vida). Las manifestaciones de este matchismo, son innumerables, regocijadas, cómicas, dramáticas, banales, trágicas, metafísicas, místicas, materialistas, científicas. Sus formas y variaciones no son menos diversas. Formas de match puras y típicas, ambiguas y disfrazadas.
En Cannes se prepara para estos días un extraño match de juego de damas, sobre un gran cuadrilátero trazado en una llanura del mediodía y en el que harán de "peones" blancos unas vírgenes campesinas y de "peones" negros otros tantos adolescentes. Dos grandes campeones jugarán esta partida y ella no tendrá nada que envidiar, en gracia fecunda ni en movimiento de eternidad, a las clásicas fiestas de los viñedos suizos de Vevey.
Es el sport, que nos aporta estos arduos valores a la vida. Debido a la boga del sport, el menor acto del hombre es un duelo, expreso o tácito, con el semejante de su prójimo. ¿Estáis de ello contentos? No.
La vida, como match, es una desvitalización de la vida, como diría Antenor Orrego. Pulpa moral del match es la esclavitud y el amujeramiento. Yo no vivo comparándome a nadie ni para vencer a nadie y ni siquiera para sobrepujar a nadie. Yo vivo solidarizándome y, a lo sumo, refiriéndome concéntricamente a los demás, pero no rivalizando con ellos.
No busco batir ningún record. Yo busco en mí el triunfo, libre y universal de la vida. No busco batir el record del hombre sobre el hombre, sino la superación, centrípeta y centrífuga, de la vida. Una cosa es el record de la vida y otra cosa es el triunfo de la vida. La vida no es guerra ni farsa de guerra. Apenas es estímulo y noble emulación. Pero el match reposa, necesariamente, sobre un estímulo y una emulación demasiado externos y estrechos. Este hombre se entrena más porque sabe que a su contendor está, a su vez, mejor entrenado. Dempsey se prepara y trabaja más para pelear con Tunney que para pelear con Wills. En la vida se vive y se avanza, no porque viven y se desenvuelven los otros, sino por el sentimiento, libre y solo de vivir. Si no hubiera más que un hombre en el mundo, ese hombre viviría solo, sin contendores, sin émulos y ni siquiera convivientes.
El match supone, pues, al vecino y al espejo. El match se hace, otras veces, por amor propio, por patriotismo, por ganar dinero, por tantos otros móviles estúpidos y egoístas, en que la malicia del hombre se mezcla al buen sudor del animal.
(Variedades, N. 1021, 24 de setiembre de 1927).

miércoles, 23 de abril de 2008

Cuatro frescas (IV)

El dólar volvió a subir porque hice una jugada de la patada. (Crazy Horse).

Para el caballo, errar humanum est. (PPK).

Puedo dar fe de que yo solito, sin la ayuda del japonés, falsifiqué el millón de firmas. (Medeljos).

Y ahora, ¿quién me sacará las castañedas del fuego? (Lucho Locio).

domingo, 20 de abril de 2008

El cronista César Vallejo que poco conocemos (III)




70 años de inmortalidad


Esta es la tercera entrega de una serie de crónicas periodística que el poeta César Vallejo envió al Perú y que fueron publicadas en el diario El Norte de Trujillo, como el artículo de hoy -En la Academia Francesa- y revistas de Lima, como Mundial y Variedades. El artículo que les ofrezco hoy, estuvo precedido por una nota de redacción de la revista Primera Plana en que apareciera publicado, que se incluye para mejor conocimiento del Vallejo periodista.

(*) La crítica de los textos nos autoriza en este y en otros casos a desestimar la datación que traen las crónicas; esta ha sido evidentemente cambiada por la redacción del periódico en un afán de que no perdieran "actualidad". Tal es el caso de la fecha de esta crónica que no concuerda con el texto, escrito, según declara Vallejo, al día siguiente de la elección del novelista Edouard Estaunié (1862-1942) y del criminalista Henri Robert por la Academia Francesa. Les Nouvelles Lltteraires del 17 de noviembre de 1923 traen un comentario de Edmond Jaloux (Deux nouv. acad.) y R. Guillemin publica un artículo titulado L' election de Estaunié a l' Academle en la Semaine Litteraire del primero de diciembre de 1923. Todo ello justifica, en este como en otros casos similares, la inclusión de la crónica dentro del año 1923 (N. del Rec.) (Escrita esta nota encontramos en la versión española del libro El Abogado, de Henri Robert, antiguo Batonnier o Decano de la Orden de los abogados de París, una nota del traductor Jesús Ibrán que confirma nuestra tesis precedente: Robert fue elegido miembro de la Academia de Francia el 15 de noviembre de 1923).




Monumento a Vallejo frente al Teatro Segura

En la Academia Francesa

Todos sabemos que los Inmortales de Francia son, en sillones, cuarenta, número quizá excesivo para tales unidades de infinito. Cuarenta inmortales en efecto constituyen grey, y la grey supone idea de domesticidad y limitación en tiempo y en espacio. No sin lógica se imagina al símbolo por excelencia de la Eternidad, Dios, como uno solo y nada más que uno. Pero, se dirá, en razón, que no vivimos en las calvas zonas sin linderos, sino nada menos que en Francia, en este luzorama de Alsacias y Lorenas, de ententes y reparaciones. Entonces estamos de acuerdo. Cuarenta inmortales.
Mas de aquí que en la sesión de ayer estaban diez sillones vacantes, por muerte de seis de sus dueños -ya que también los inmortales tienen sus sutilezas con la ley de lo cambiante en lo absoluto-, y por no haberse incorporado aún cuatro elegidos. Ayer se reunieron los treinta dólmenes expeditos en persona, y, al separarse, eran treinta y dos, por elección del criminalista Henri Roberty del novelista Edouard Estaunié. La sesión para esta elección, que como ninguna otra, estuvo plena del total de los académicos expeditos, fue presidida por Jules Cambon, director en ejercicio de la compañía.
Llovía ligeramente. La multitud llenaba la cúpula, numerosa en escritores, periodistas, mujeres, militares. Antes de la sesión, a la una de la tarde, la muchedumbre errante en los corredores, se estremece, y rebota una voz de lengua en lengua:
- Los mariscales.
Es el vencedor del Kaiser, el Aquilino Foch. Se le aclama. Él agradece con su sonrisa pálida de héroe.
Luego ingresa Barthou. Identificó sus vidrios de ripio y sus largos mostachos a la funerala de ahora, con lo fotográficos que guardo obscuramente en la memoria. Luego ingresa un semblante vivaz y sonriente que, al descubrirse, muestra una calva dura, lleva monóculo.. y en un sobretodo negro envuelve la magrez de su figura.
- ¿Quién es? - pregunto.
- Henri de Regnier.
Entonces, pues, este era Henri de Regnier.
- ¿Y éste otro? - vuelvo a interrogar a mi vecino, señalando a un marcial y fuerte cofrade, que avanza a paso firme y rápido, conversando con un joven que se le parece. Varias voces cuchichean:
- Jean Richepin viene con su hijo.
Cuando Jean Richepin llega, los Inspectores del orden, desconociéndole y creyéndole periodista, le exigen su tarjeta de la prensa. El humorista de notarios y filisteos responde con un gesto amplio e imperioso:
- Soy el mariscal Richepin.
El público celebra el rasgo de color, y le inciensa. Después vienen otros y otros inmortales. Los últimos en ingresar al Instituto son Raimundo Poincaré y Anatole France. Vienen juntos. La multitud saluda y dobla todas sus rodillas... Sugestivo paralelo el de ambos grandes. El expresidente de la República aparece presuroso, poseído de su ingénita agitación de hombre de Estado, agitación que le corre ahora por toda la frente, por los párpados, la pera y por el álgebra austera de la calva. En cambio, M. Bergeret avanza reposado, sonriendo abiertamente; en su pálida figura parece haberse ya puesto a secar, al aire de la Serenidad, que es el aire más puro y omniciente del espíritu, la ironía tritícea de su vida. De aqueste recinto, al final de la sesión de la Academia, tornará, como vino, con su largo gabán obscuro, alegre, sencillo y despreocupado como un niño, sumerso siempre en la simple dulzura de vivir, de ser únicamente. En tanto, el primer ministro saldrá de ahí, tan apresurado y tempestuoso como entró e irá a los Elíseos, a auscultar la sesión de los Embajadores, y luego irá a husmear el rastro de las pólvoras quemadas, por dónde sigue, a qué gruta penetra. Y en qué dirección mira... Sugestivo paralelo el de estos dos grandes. El uno, el de la pera, va de adentro para afuera; de afuera para adentro opera el otro. Aquí la ilustración. El Jefe de Gabinete, de improviso, al tomar los asientos, trata de obscurecerse ante Anatole France y le cede el paso, diciéndole sonriente:
- El Gobierno se inclina ante el Genio.
El autor de la "Rebelión de los Ángeles" acata el homenaje, con encantadora modestia, y pasa a ocupar su sillón, entre el coro de potestades que, como todos sabemos, son inmortales a pesar de ser cuarenta, y que a pesar del gesto poincareano, son cuarenta, con los tres mariscales y Jorge Clemenceau.
(El Norte, 15 de febrero de 1924)

Cuatro frescas (III)

Tuvimos un candidato de la patada que ha ascendido a presidente de las patadas. (Lora)

Cuando rebuzna, el burro pone el grito en el cielo. (Marcelo Martínez: Asnología, en Mistinoticias).

El cerdo polígamo no sabe cuántas cerdas tiene. (Marcelo Martínez en Mistinoticias).

Una patada más y ¿solo el apra salvará al Perú? (Ciudadano Cain).

lunes, 14 de abril de 2008

El cronista César Vallejo que poco conocemos (II)




70 años de inmortalidad


Esta es la segunda entrega de una serie de cuatro artículos en homenaje al poeta César Vallejo en el septuagésimo aniversario de su muerte.
Algunos periodistas recordamos en febrero de 1992 los cien años del nacimiento del poeta. Hoy, vamos a evocar los 70 años de su tránsito hacia la inmortalidad.


Entonces como ahora, recordaremos sus versos torturados y torturantes “Aparta de mí este cáliz”, sus “le daban duro con un palo y duro también con una soga”, sus “Y el hombre, pobre, pobre” y finalizado que hubo ese martirio, vemos su imagen rodeada por la gloria de su eternidad.
Una delegación de la Universidad Nacional de Trujillo, donde Vallejo estudió, recordará este martes 15 de abril con un Coloquio Internacional. Entre las destacadas figuras que hablarán de Vallejo estará el francés André Coyné, el pionero de los estudios vallejianos. Las ceremonias no se circunscribirán al alma máter de Vallejo sino que marchará hacia la sierra, a Santiago de Chuco la tierra natal del Cholo Vallejo, que nos dio tanta poesía, con tanta ternura, con tanta dureza, con severo escarnio, para enseñarnos que de esa masa está hecho el hombre.
Como nos hemos propuesto hacer conocer al Vallejo periodista, les entrego hoy La flama del recuerdo, una crónica de la llama votiva que los franceses encendieron cuando los rescoldos de la primera guerra se enfriaban pero nadie creía en la paz duradera. Próximamente tendrán ante sus ojos En la Academia Francesa y La vida como match, que guardaba en mi archivo y de donde deben salir para no solo sumarme al homenaje que el Perú rinde al poeta, sino para dar a conocer una faz de su actividad que quizá no era conocida por muchos compatriotas. He incluido algunas notas, la procedencia y las fechas en que tales crónicas fueron publicadas en el Perú.





París, noviembre de 1923

La flama del recuerdo


Son las siete de la tarde de un domingo de otoño. Vengo de las calles, donde dejo gallardetes, música, cívicas gusaneras, clanes de escarapelas, a los que les crece, de alarmante manera, un órgano undécimo: la espada. Vengo, pues, salpicado de patriotismo hasta el propio cuello de mi abrigo, torno dejando en las calles a "Juan Jacobo en hacerío, y a las burlas tirándole de su soledad, como a un tonto".
Afuera, en la plaza de l' Etoile, dejo a los franceses celebrando el aniversario del armisticio de 1918, uno de los tantos espasmos, que no el último, de la guerra eviterna entre los hombres. En aquella plaza ha quedado, cosechada sólo el día de hoy, una era botánica frondosa, amontonada por la piedad, hermana de la injusticia. Forastero efecto me ha producido, no sabría decir por qué, tal era vegetal, gigantesca, casi pétrea a pesar de las flores, pero no. Antes bien, tanta rama fresca acaso logra ahí deshumanizar un poco las ceremonias patrióticas en lo que éstas segregan de lágrimas y de bilis, de malicia e hipocresía.
En aquella plaza queda también, desde hoy, encendida La Flama del Recuerdo, luz simbólica que arderá en mecha viva, día y noche, a la cabecera de la tumba del Soldado Desconocido, figurando el alma de Francia que, en la memoria de sus héroes, vela por el porvenir de un mundo mejor. Gabriel Boily puede estar satisfecho de que tal haya tomado limo objetivo su épica idea asaz poética. Ahí arderá esa llama, cebada de un aceite de paz y de amor, aunque vigilante y, a la larga, barbada de tinieblas. Su lámpara será una corona de laureles, y su corte en la vigilia misteriosa, será un señorío de espadas, cuyas empuñaduras se acuestan iay! en la boca abierta de un cañón. ¡La Flama del Recuerdo!
Francia constata en esta llama, la llama de su fe en un mundo mejorado por su esfuerzo. Tiene razón. Ello fluye del espectáculo mismo de esa vela hierática ardiendo; de esos huesos recogidos al azar en los predios malditos; de esas flores, de esos aceros dormidos, que acuestan sus empuñaduras en la boca abierta de un cañón, como en la almohada hecha de una esfera de sombra. Ello también fluye de los últimos cinco años de prueba; de los nuevos barrotes rotos en las jaulas; de los totemenes (sic) detractados; de los rebeldes prejuicios; de la sorda función biliosa irreductible; de cuanto Francia pone ahora en combustión, en la flama de un recuerdo de rencor. Su fe en un mundo mejorado por su esfuerzo, late en todo eso, invívita y sagrada, y en la figura casi nazarena de M. Raimundo Poincaré. El mundo, en especial América, aguarda, pues, mucho de amor y paz futura, fija la mirada en esta flama del recuerdo, en este ojo quemante del pasado. ¡Vaya con el aceite pío lampadario, cómo humea!
(El Norte, 18 de febrero de 1924).

domingo, 13 de abril de 2008

El cronista César Vallejo que poco conocemos


70 años de inmortalidad

Algunos periodistas que recordamos en febrero de 1992 los cien años del nacimiento de César Vallejo, nos toca hoy evocar el 70º aniversario de su tránsito hacia la inmortalidad. Entonces como ahora, recordamos sus versos torturados y torturantes “Aparta de mí este cáliz”, sus “le daban duro con un palo y duro también con una soga”, sus “Y el hombre, pobre, pobre” y finalizado que hubo ese martirio, vemos su imagen rodeada por la gloria de su eternidad.
Este 15 de abril, resonará de nuevo y con mayor razón aquel “me moriré en París con aguacero, un día del cual guardo ya el recuerdo” cuando las instituciones del Perú recuerden el jueves lluvioso en que el poeta más grande que tenemos dejó este mundo.
Pero ahora nos toca recordar al poco conocido Vallejo periodista, que envió desde París artículos para su publicación en el diario El Norte de Trujillo, o las revistas Variedades y Mundial.
Creo que merecen conocerse, ochenta años después, lo que el poeta escribió para informar a sus semejantes, la forma como vio los acontecimientos que describe, con lenguaje no ajeno al periodismo pero tampoco privado de su vena poética, demostrativo de su enorme cultura.



A

Monumento a César Vallejo en el centro de Lima



Vallejo o los editores de Mundial, número 385, del 28 de octubre de 1927, incluyeron una sumilla precedente al texto. Les obsequio a continuación, Los funerales de Isadora Duncan. En próximas entregas les enviaré La flama del recuerdo. En la Academia Francesa y La vida como match, que guardaba en mi archivo y de donde deben salir para no solo sumarme al homenaje que el Perú rinde al poeta, sino para dar a conocer una faz de su actividad que quizá no era conocida por muchos compatriotas. He incluido algunas notas, la procedencia y las fechas en que tales crónicas fueron publicadas en el Perú.

Desde París

Los funerales de Isadora Duncan

Por César Vallejo

El evangelio de una primitiva de California. - La bailarina de los pies desnudos. - La gran artista y la mujer dramática. - Una Invitación a Maeterlinck para engendrar un genio. - Esposa de Mr. Singer y esposa de un poeta proletario. - Suicidio de un marido y ahogo de los hijos en el Sena. - Un tremendo caso esquillano. - El misticismo pagano de la carne. - Vida y muerte de aquella que reveló en frisos Inmortales el espíritu de la música.

París, setiembre de 1927.
A esta hora están quemando en el Columbarium de París un cuerpo natural. Mientras
cuarenta mil unidades de la Legión Americana, desfilan del Arco del Triunfo al Hotel de Ville, están a esta hora quemando en el cementerio del Pére Lachaise, las últimas falanges y los postreros carpos del cuerpo, mediano y regular, de Isadora Duncan. Suenan, por el anverso de la vida, del lado de los cowboys, vencedores de Verdún, bombos de primera y tibias bárbaras y resuenan, por el reverso de la vida, del lado de la artista caída, las sinfonías de duelo de Chopin y de Beethoven. La orquesta de Valvé está a esta hora acompañando al cuerpo de la mujer más rítmica del mundo a danzar, entre llamas verdaderas, el número más rojo y más cordial de las esferas. Raf Lawton ejecuta luego el Concierto en Re de Bach...
Son los funerales, castos y sonrosados, de Isadora Duncan. La pira griega recibe alegremente un leño antiguo, familiar por la estatura, rico en esencias combustibles. Son los funerales, castos y dionisíacos, de Isadora Duncan.
Al resplandor del fuego en que ahora está ardiendo el cuerpo, humano y regular, de Isadora Duncan, vemos con nuestros ojos, humanos, regulares, que es carne y nada más cuanto ha sido la bailarina de los pies desnudos. Ni figura de los vasos griegos ni estatua de Tanagra. Ni velos ligeros ni arabescos. Tampoco bajorrelieve antiguo ni la musa que juega a los huesecillos sobre los arenales de Salamina. La bailarina de los pies desnudos fue sólo carne viva, acto caminante y orgánico del universo. ¿A qué más sino a carne puede aspirar el ritmo universal? La más dinámica estatua del friso más perfecto, no vale en euritmia una corriente de sangre que riega la segunda cabeza de un monstruo de carne y hueso. Y en Isadora Duncan fue la carne más carne, el hueso más hueso, el dolor más dolor, la alegría más alegre, la célula más dramática: todo para violentar la inquietud del ser humano y para hacer la vorágine vital más dionisíaca.
Isadora Duncan fue la bailarina más grande de la época y la mujer más trágica de todas las mujeres. "La prodigiosa aventura de esta joven americana -dice André Levinson- misionera de una estética nueva, no admite rival en la historia de la danza y aún del teatro. La venida al mundo de Isadora Duncan fue como la realización de uno de esos sueños que a menudo consuelan a los hombres, en las horas sombrías de la historia: el retorno a la edad de oro, la promesa del paraíso recuperado, en fin, aquel "estado de naturaleza" que Juan Jacobo Rousseau había imaginado. Ella venía a liberar al instinto de las trabas que le opone la civilización y a hacer triunfar la emoción espontánea de la convención razonada". Y Fernand Divoire añade refiriéndose a la vida circunstancial de la artista: "En verdad, Isadora Duncan, para todos los que la conocieron, estaba desde hacia tiempo muerta. Esta mujer, cuya voluntad y aspiración no fueron sino un inmenso impulso hacia la belleza, hacia la Libertad y hacia la Juventud, había visto quebrarse de un solo golpe todas las fuerzas de su vida, el día que un automóvil cayó en el Sena, ahogando a sus tiernos hijos, Patricky Deardree. Desde aquel día, la vida de la Gran Bailarina no fue más que un suicidio largo, voluntario y tenaz..."
Estos dos párrafos de Divoire y levinson sintetizan lo que ha sido Isadora Duncan: la creadora de la danza moderna y la mujer dramática por excelencia. Norteamericana de San Francisco, penetró en el espíritu dionisíaco de la danza pagana, bailando al pie del mismo Acrópolis. Al presentarse, por la primera vez, en París, en 1903, predicó toda su estética en estas breves palabras: "lo que es contrario a la naturaleza no es bello". Su aparición en el Theatre Sarah Bernhardt revolucionó la plástica y el movimiento académico. Casó con Mr. Singer, el célebre fabricante de máquinas de coser. Atacó, en la persona de las bailarinas de corset, a todo lo que es artificio elaborado. Dirigió a Maeterlinck una carta, invitándole exabrupto a crear con ella un hijo, que tuviese el genio de sus dos procreadores. Bailó por primera vez lo que antes se creyó que no era bailable: las sinfonías de Beethoven, de Brahms y Chopin y los lieder de Wagner. (Yo la ví en su último recital del Teatro Mogador, en julio de este año, bailar -con ya moribundo brillo- la Sinfonía Inacabada de Schubert y Tannhauser). Luego viajó por Viena, Berlín, Budapest, Moscú, donde se casó con Sergio Essenin, el poeta comunista, que después suicidóse en 1925. Todos sus hijos perecieron ahogados en el Sena. Murió ahorcada por un velo, recorriendo en automóvil y a ciento veinte caballos de fuerza, la luminosa Costa Azul, una tarde de estío de 1927. Su cuerpo, envuelto en una túnica violeta, fue quemado en el Columbarium de París, entre lises, rosas y margaritas y a los sones de un coro de canéforas. Biografía, como se ve, digna de una tragedia de Esquilo.
Isadora Duncan acaba, de este modo, en un poco de humo ligero y otro poco de ceniza. Pero la tierra retiene para siempre el latido de sus pies desnudos, que ritman el latido de su corazón.
(Mundial, N. 385, 28 de octubre de 1927).

viernes, 11 de abril de 2008

Cuatro frescas (III)

La cebra es un burro que no leyó el letrero “cuidado con la pintura” (Marcelo Martínez: Asnología, en Mistinoticias).

¡Tenemos un presidente increíble! Nadie le cree. (Ciudadano Caín).

El que ríe último ríe mejor... se puso al final de la cola (Payasito Waisman).

Hace rato que dejé el trago... y no me acuerdo dónde. (Barraza).

lunes, 7 de abril de 2008

El cóndor pasa por el cielo del Colca

Hay que tener verdaderamente suerte para ver algunos cóndores evolucionar en el azul cielo del Cañón del Colca. De hecho, muchos turistas se regresan con las alas caídas y confiesan que a pesar de haber hurgado el cielo con cámaras y binoculares no lograron ver a ninguno.
Pero otros sí tuvieron suerte y captaron toda la belleza de esas aves en pleno vuelo. Otros más afortunados lograron ver los polluelos de cóndor posados en las rocas del cañón y lograron lo que para muchos es una hazaña de los turistas: Ver sus juegos infantiles y comprobar que no se atreven a lanzarse al aire mientras no confíen plenamente en sus alas.

Señor de los cielos en el Cañón del Colca


Mauricio de Romaña, un promotor proverbial de las bellezas del Cañón del Colca, escribió un artículo que tituló “Territorio del cóndor”, en el libro “Descubriendo el valle del Colca” y habla maravillas de esos enormes pájaros, cuya presencia ha determinado la creación del Santuario Nacional del Cóndor para protegerlas de la extinción en el valle del Colca.

El pájaro más grande
De acuerdo con los estudios de los más renombrados condorólogos de Arequipa y Cusco, nuestro cóndor es la más grande de las aves del mundo. Un macho maduro de pie puede medir hasta 1.30 metros de altura y cuando estira las alas muestra una envergadura de casi 3.50 metros. Un macho puede llegar a pesar entre doce y 15 kilos, mientras el peso de la hembra fluctúa entre ocho y 11 kilos. A pesar de su peso puede volar por sobre los 7 000 metros de altura a una velocidad de 50 o 55 kilómetros por hora.
Tiene la cabeza de color rosado, pero puede encenderse, dicen, de acuerdo con su estado de ánimo. Su pico es cortante y curvo. A pesar de ser calificada como ave rapaz, sus patas no son prensiles y terminan en uñas cortas y curvas, adaptadas para la marcha y para sujetar la carroña que puedan conseguir. Porque el cóndor no se alimenta de animales vivos.
Conversación en las alturas

A diferencia de las hembras que no la tienen, los machos están adornados por una cresta cuyos pliegues aumentas con la edad y pueden cubrirle parte de la cara y cuello y llegar hasta el pico. Sus ojos son rojizos. Los de la hembra son marrones.
A los ocho años, el cóndor alcanza su madurez y su plumaje se convierte en negro cercano al azul a diferencia del pardo oscuro de su niñez y juventud. Adquiere una banda blanca de plumón en el borde de las alas y un collar también blanco le protege el cuello desnudo.

Fiel hasta la muerte
El cóndor es monógamo y solo busca nueva pareja cuando la suya muere. Aunque es sedentario, suele volar enormes distancias en busca de comida cuando no la encuentra en su hábitat normal para traerla a sus hijos.
¡A qué hora vendrá el papá con la comida!

En su vuelo, el cóndor ahorra mucha energía. Aprovecha las corrientes de aire para ese vuelo elegante, pausado y silencioso con que se desliza por el cielo casi sin mover las alas. La razón de su serenidad cercana a la indiferencia por los curiosos, es que carece de músculos pectorales poderosos, a diferencia de otras aves.
Como otros machos, el cóndor corteja a su pareja durante varios días antes de conseguir el permiso de apareamiento. La hembra pone uno o dos huevos de unos 11 centímetros cada año. Los deposita sobre la roca desnuda y se turna con el fiel marido para empollarlos entre 54 o 58 días.
Hay que esperar tranquilitos, sin molestar
Los padres cuidan al polluelo en el nido y por lo menos durante los seis primeros meses, le proporcionarán su alimento por regurgitación. Durante otro medio año, lo protegen cuando trata de dar sus primeros vuelos. En total, el polluelo está bajo la tutela hogareña durante los dos primeros años de su vida.
Los estudiosos dicen que el cóndor no es agresivo ni depredador y es muy rara la ocasión en que ataca a otros animales recién nacidos, heridos o cansados. Puede resistir sin beber y comer hasta mes y medio pero conserva su vigor como si comiera todos los días.
Cuando encuentra una cantidad de comida, come con tanta glotonería que el peso que adquiere le impide levantar vuelo.

Hay cóndor que dura cien años
Aunque los condorólogos coinciden en que la edad límite del cóndor es de 80 u 85 años, hay quienes afirmar que hay pruebas de que en cautiverio, puede vivir hasta cien años.
Sin embargo, hoy es una especie en peligro de extinción, en todo el territorio que ocupa, desde Venezuela y Colombia, hasta la Tierra del Fuego, por lo que los gobiernos de los países andinos tratan de salvarlo con la adopción de distintas medidas de protección.
Dueño del cielo
La muerte del cóndor es algo que escasos observadores han podido atestiguar y la han calificado de misteriosa y desconcertante, por no decir poética y dramática.
Al final de su existencia, cuando se siente cansado y sin fuerzas e inútil –así lo describen algunos estudiosos– “el cóndor cree que su vida ya no tiene sentido por lo que opta por el final preferido por su raza y practicado por milenios”.
Decide su último vuelo y se eleva hasta la máxima altura que pueden lograr sus alas y sus fuerzas y se lanza luego a tierra en picada a toda velocidad para estrellarse finalmente “contra la faz rocosa de una montaña, dando fin a una centuria de su reinado en los cielos andinos”.

“Yawar Fiesta”
Durante el incanato, el cóndor era considerado un dios de las alturas y fue denominado el “Apu kuntur”, a quien se atribuía la misión de enlazar el “Hanan Pacha” o paraíso de los hombres con el “Kay Pacha” o el reino de este mundo.
Una tradición quechua cuenta que en el patio del Akllawasi o casa de las vírgenes del sol, un día cayó muerto un cóndor, lo que se interpretó como el principio del fin del imperio de los incas.
La gloria de la muerte llega de lo alto
En los pueblos andinos se mantiene la tradición del “Yawar fiesta” de que nos habla José María Arguedas, la fiesta de sangre que tiene como protagonistas a un toro, aparente representante de los conquistadores hispanos y un cóndor, representante de la raza inca que busca un desquite.
Los pobladores tienden una trampa al cóndor, cuyas costumbres conocen. Matan una vaca o un cordero y ponen los restos en una hondonada preparada especialmente. Saben que tarde o temprano, en los próximos días, un cóndor se sentirá atraído por ese banquete y comerá tanto que no podrá volar cuando sienta la proximidad de sus captores.
Preso, en medio de cohetones, bandas de música y algarabía popular, los pobladores coserán sus garras al lomo de un toro. El cóndor en su lucha por huir, propinará severos picotazos al toro y este tratará de librarse del ave con desesperación, correrá por la plaza que los pobladores han preparado y ambos sentirán correr la sangre.
Ninguno morirá, sin embargo. Los pobladores finalmente separarán a los dos animales. Llevarán al cóndor hasta la montaña y lo liberarán.
Los pobladores creen que el cóndor, que conecta el cielo y la tierra, ya está satisfecho por haber gustado carne y sangre frescas y que el homenaje que acaban de rendir al Apu Kuntur lo ha satisfecho hasta el próximo año en que volverán a atrapar a otro o al mismo cóndor para su fiesta patronal.

Los cóndores del Colca
Los cóndores son la atracción del Cañón del Colca y son los amos y señores del límpido cielo, pero son bastante esquivos. Sin embargo, la paciencia y el espíritu de observación tiene su premio y los visitantes se llevan casi siempre en sus cámaras fotográficas y filmadoras, una demostración del elegante vuelo y no pocas veces, de los ensayos de los polluelos para imitar la hazaña de sus padres.
En vista de que en Venezuela la población de cóndores ha sido declarada en extinción y de que en el Perú, Colombia y Ecuador, su número ha disminuido, en el Colca los turistas reciben recomendaciones para no hostigar ni realizar acciones que pudieran contribuir a la huida o desaparición de los cóndores existentes.
Algunos estudiosos indican que en los Andes peruanos hay poco menos de 200 cóndores en libertad, la mayoría en la cordillera, aunque también hay algunos que se arriesgan a buscar su alimentación en algunos lugares de la costa, de lo que sin embargo, no existen registros firmes.
El cóndor, amo del cielo de nuestras cordilleras y valles interandinos, es una de las últimas aves soberanas que nos quedan en América y será bueno hacer todo lo posible y lo imposible para protegerlo de la extinción que lo amenaza.



(Las fotos corresponden a un donante anónimo que las hizo llegar al autor)

sábado, 5 de abril de 2008

5 de abril, dos aniversarios

No son para festejar, naturalmente. Pero es un aniversario, mejor, dos, en que los peruanos entramos en guerras contra dos, cuatro, veinte enemigos, que mataron, saquearon y nos dejaron en la miseria.


Uno de ellos, lejano ya en el tiempo, 5 de abril de 1879, fue el comienzo de la guerra de Chile e Inglaterra contra el Perú y Bolivia, para apoderarse de sus minas y salitres, puertos y ciudades que la historia a ellos les había negado y de que hoy disfrutan.






Escena de la batalla de Arica




El otro también es un aniversario feroz, 5 de abril de 1992, en que un japonés disfrazado de peruano, pronunció tres veces la palabra disolver, disolver, disolver…


Así comenzaron las tragedias de nosotros los peruanos.


En una de ellas, la más lejana, aún estamos tratando de recuperar los libros –y otros bienes– que nuestros hermanos del sur se llevaron como botín de guerra y aún estamos peleando, sin balas, en La Haya, que mar y tierra que eran y son nuestras no nos sean arrebatadas, allí en Tacna, donde comienza la patria.


En la otra, más cercana, aún estamos tratando de recuperar la dignidad que nos arrebataron desde nuestro propio palacio de gobierno, con nuestros propios tanques en las calles y los soldados que pagamos con nuestra plata, dándonos culatazos en las calles, cerrando las puertas del Congreso a nuestros parlamentarios, para construir las más grandes violaciones a los derechos humanos y las raterías que llevaron nuestro dinero a cien países del mundo, de donde aún no lo recuperamos.


Pero lo fundamental de todo, queridos amigos, es que ahora vemos sentado en el banquillo –es un decir porque tiene todas las comodidades– a uno de los responsables de aquel desastre que destruyó nuestras instituciones con la complicidad de generales “victoriosos” que se solazan en San Pedro, la prisión de los reos primarios, que le dicen, gastando poco a poco lo que se sacaron de nuestras arcas.


Lo bueno es que aún vivimos para verlo. Y para saber que no hay deuda que no se pague ni mal que dure cien años, ¿o sí?


¡Recordemos los 5 de abril que nos ha deparado la historia en intranquila paz, por una parte, y en movida democracia, por la otra!

jueves, 3 de abril de 2008

Cuatro frescas (II)

Yo no voté por mí misma. Mi voto fue solidario con el de mis compañeros. (Tula Tefuiste).




Ahora ya tienen la licencia del 9007, muchachos. Además, los derechos humanos son una cojudez. (Ciriani).



Me amarré con la China porque la democracia no se come. (Alan Apolinar Odría).



Ahora, ya no soy el único "chino", ¿no Alan? (Arberto).