sábado, 27 de noviembre de 2010

Amor de Letizia a primera vista

La princesa de Asturias se tomó
una “elegante venganza” por el
desaire en palacio de gobierno



Si de la recepción que sufrió la princesa de Asturias, Letizia, cuando en el palacio de presidencial la dejaron plantada durante unos minutos, le quedan algunos recuerdos ingratos, todo lo contrario ocurrió en Arequipa, mil kilómetros al sur de Lima, ciudad de la cual “nos sentimos enamorados”, dijeron los herederos de la corona española.

Tratando de minimizar la falta

Los medios peruanos –y sobre todo– españoles criticaron esa falta de cortesía para con la princesa, que en vano trató de minimizar el presidente Alan García, con un beso en la mano y con la invitación a un paseo por la alfombra roja ante la guarnición militar del palacio.

No solo eso. También se criticó el hecho de que a falta de primera dama legítima, la hija mayor de García asumiera esa función. Pero en fin, cosas veredes…

Otra cosa fue la recepción en Arequipa, donde los príncipes de Asturias, solo estuvieran seis horas. La calidez de la bienvenida se observó en la gente que los aplaudió en las calles que recorrieron a pie, Sucre y Bolívar, para dirigirse a la Casa del Moral, una reliquia arquitectónica de la ciudad.

Hubo ciertas dificultades que fueron resueltas con típico ingenio mistiano. Por ejemplo, el viento que levantaba la alfombra por donde los príncipes debían ingresar a la ciudad. Primero trataron de fijarla a la pista con cinta de embalaje, pero la rebelde alfombra y el viento se resistieron y, finalmente, alguien trajo clavos de acero y martillo y clavó la clavó a la pista.

En el Tambo de la Cabezona

Los príncipes, como podía ser de otra forma visitaron el Tambo de la Cabezona en la calle Puente Bolognesi, un viejo tugurio convertido en un hermoso solar típico de la arquitectura arequipeña, recuperado con el apoyo de la Agencia de Cooperación Española. Los príncipes Felipe y Letizia se sintieron encantados y así lo expresaron mientras recorrían los ambientes del viejo tambo.

En el remodelado Tambo de La Cabezona

Por si lo ha olvidado, un tambo en la antigüedad era el lugar donde los arrieros, comerciantes o simplemente viajeros, hacían un alto para comer, dormir y recuperar fuerzas para la siguiente etapa del camino.

Sonriente saludo a los aplausos

El Tambo de la Cabezona es uno de los cinco o seis que bordeaban la calle Puente Bolognesi, que era la vía de entrada a la ciudad por el sector de Antiquilla, al otro lado del río Chili.

Más tarde, los tambos se convirtieron en vecindarios ocupados por gente muy pobre y trabajadores de las cercanas curtiembres existentes en la orilla izquierda del río.

En los viejos tiempos, a los tambos de La Cabezona y los demás, se ingresaba por un amplio zaguán empedrado, que bajaba en declive hasta las viviendas, algunas de dos plantas, pero muy estrechas, adonde se llegaba por una intrincada red de callejones, donde era fácil perderse o caminar en círculo si no se recibía la oportuna orientación de alguien que conociera el lugar.

En la ciudadela de Santa Catalina

Otra famosa reliquia que los príncipes visitaron fue la ciudadela del convento de Santa Catalina, donde se introdujeron en un ambiente de hace 500 años, que se conserva como fue construido en los primeros años de la fundación de Arequipa.

Principal interés tuvieron en ver desde fuera, la habitación de la monja Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, beatificada por el Vaticano y próxima a ingresar en los exclusivos predios de la santidad.

Un principesco almuerzo

Pocas veces han tenido los arequipeños, la oportunidad de ver a un príncipe y a su princesa, de carne y hueso, pasear como cualquier mortal por sus calles adoquinadas. La última vez que vieron a alguien real, fue al rey de España, don Juan Carlos de Borbón, hace 32 años, quien llegó acompañado por doña Sofía, la reina.

Por eso, cuando su hijo el príncipe Felipe y su consorte, la princesa Letizia, antigua periodista Letizia Ortiz, estuvieron en la ciudad blanca, lo más apropiado, consideraron, era saludarlos como a personajes reales –aunque a ella le gritaron ¡flaca!- e invitarles un criollo almuerzo arequipeño digno de su alcurnia.

De modo que los anfitriones, encabezados por el presidente regional, don Juan Manuel Guillén Benavides (le aplicamos el “don” para estar a tono con la circunstancia), sirvieron a los príncipes un menú digno de recuerdo: rocoto relleno con pastel de papas, picante de camarones con arroz y choclo, de postre un mouse de lúcuma y un queso helado.

Enamorados de Arequipa


Como usted sabe, el rocoto es un fruto que no solo crece en Arequipa, pero del cual los arequipeños se han apropiado de tal modo que le han inventado mil usos y presentaciones, que no le quitan ese sabor de fuego que lo acompañará siempre.

Los rocotos van rellenos con un guiso de carnes picadas de res y de chancho, cebolla en cuadraditos muy pequeños, algunas pasas sin pepa y media aceituna. Todo aderezado de tal modo que quien tema comer el rocoto, quedará satisfecho con el exquisito relleno.

El rocoto tiene que ir acompañado por uno de dos potajes igualmente sublimes y originarios del lugar: una papa al horno con su cubierta de queso, como un gorro frigio, o un pastel de papas que, como usted sabe, consiste en un bloque de papas cortadas en filetes y colocadas en tres o cuatro capas, entre las cuales, se inserta una capa de queso, que se pone, para mejor presentación y toque final, al horno, de donde sale doradito y listo para cortarse en porciones.

Ese pastel de papa fue la guarnición del rocoto relleno que sirvieron a los príncipes Felipe y Letizia.

Pero si bien los mortales comunes y silvestres, quedan satisfechos con ese contundente plato, no podía ocurrir lo mismo en un principesco almuerzo. Y los anfitriones mistianos ofrecieron a los invitados como plato “fuerte” –como si el primero no lo hubiera sido- un picante de camarones.

Usted conoce cómo es: solo colitas de camarones -a fin de ahorrar a la princesa y al príncipe la complicada tarea de pelarlos y ensuciarse los dedos-, nadando en una salsa roja junto a medias papas sancochadas. ¡Toda una delicia de la cocina arequipeña!

Y de postre -¡ya no ya!-, queso helado, que los arequipeños llaman simplemente quesoheláu. Es decir, se cerró la jornada principesca con esas rodajas de leche congelada, dulce, con sabor a canela y a clavo que se arrancan de los bordes interiores de un caldero de zinc, que da vueltas en un barril previamente lleno de hielo.

Previamente saborearon piscosauer, y el exclusivo y tradicional jugo de papaya arequipeña que no es como la gran papaya que conocemos, sino un fruto pequeño que cabe en una mano, cáscara muy gruesa y de cierta dureza que envuelve un líquido blanco y refrescante y de sabor ciertamente exótico.

Una elegante venganza

Un periódico español ha publicado hoy en Madrid:

“Los príncipes de Asturias han dado por finalizada su visita oficial a Perú con un recorrido por Arequipa, tierra del actual premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. En la despedida a las personalidades oficiales a pie de pista, la princesa Letizia se ha mostrado muy amable y respetuosa saludando a sus anfitriones, aunque dirigiendo en todo momento su mirada y su sonrisa a los fotógrafos allí presentes.

Desorientada por falla protocolar




“Esta ha sido la elegante venganza de la Princesa ante el error de protocolo del que fue víctima en su primer día en tierra peruana. La visita de Felipe de Borbón y Letizia Ortiz ha estado marcada por este polémico fallo del Gobierno de Alan García, que se olvidó de la Princesa y la relegó a un segundo plano.

Creo que los príncipes recordarán siempre la calidez de su estada en Arequipa y tratarán de volver.


Luis Eduardo Podestá

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