miércoles, 14 de julio de 2010

Dos besos que ganaron la posteridad

Iker besa a Sara al ganar el
mundial de fútbol, X besa
a Edith al terminar la guerra




El beso del mundial de fútbol 2010, espontáneo, breve y juguetón, que dio a su novia el portero de la selección española el domingo 11, y dio la vuelta al mundo a través de internet y la prensa, trae al recuerdo otro beso famoso, llamado “el beso de la victoria” del 14 de agosto de 1945, en Times Square, Nueva York, entre un marinero y una enfermera que celebraban el fin de la segunda guerra mundial.


Por ganar el mundial de fútbol


Al primero lo vimos todos y nos evoca los versos de un viejo pasodoble español, que aproximadamente dice

La española cuando besa
es que besa de verdad,
le puede a usted besar en la mano
o pueda darle un beso de hermano,
pero un beso de amor,
no se lo dan a cualquiera.

La diferencia entre ambos besos es que el de Iker Casillas y Sara Carbonero fue un beso de amor, mientras el de la enfermera fue un beso “de cualquiera”, pero debido a que fue fotografiado y publicado en la famosa revista Life, mereció también ser elevado a los altares de la posteridad.

Era la tarde del 14 de agosto y en Japón, donde ya era día 15, el derrotado emperador Hiroíto, anunciaba su rendición incondicional.

Como era natural, conocida la noticia, la gente en los Estados Unidos se echó a las calles a celebrar –en una actitud similar a la de los españoles y otros vencedores del fútbol– y en la Times Square se encontraba la enfermera Edith Cullen Shain, quien murió el pasado 20 de junio de 2010, a la edad de 91 años en su casa de Santa Mónica, y deja tres hijos, seis nietos y ocho bisnietos.



La tarde en que el Japón se rindió

Aquel lejano 14 de agosto de hace 65 años, Edith tenía 27 años, salió del Doctor Hospital de Nueva York, donde trabajaba, se unió a las expresiones jubilosas de otras 750 mil personas, y se encontraba “justo al sur de la calle 45”, cuando un marinero la tomó en sus brazos y la besó… y ella se dejó besar.

También estuvo en el lugar preciso el fotógrafo Alfred Eisenstaedt, con su cámara Leica M3 y captó la foto que Life publicó 13 días después.

Durante todos los días de su vida, Edith Shain recordó los detalles del encuentro, que fue llamado por los periodistas “el beso de la victoria”, pero jamás pudo saber el nombre del marinero. "Por la forma en que me cogió con sus brazos, fue como un pase de baile", recordaba Edith.

Como nunca se supo la identidad del marinero besador, con el paso del tiempo muchas personas se atribuyeron haber sido los autores de la escena. Un diario de Los Ángeles dijo que “durante décadas una veintena de antiguos marineros se han disputado el protagonismo” del beso.

Carel Muscarello, policía jubilado de Nueva York, asegura que es él quien aparece en la imagen. George Mendoza, un comerciante neoyorquino de pescado asegura que él besó a Edith. Ken McNell, conductor de una página web, también afirma ser el desconocido marinero y como ellos casi dos decenas más de hombres que estuvieron en aquel lugar aquella tarde.

Lo curioso de este episodio fue que Eisenstaedt, alemán de origen judío que emigró a los Estados Unidos en 1935, no era el único fotógrafo que se encontraba en aquella plaza, a la misma hora en que se anunció la rendición japonesa que causó la alegre conmoción.

Eisenstaedt contó que desde varias cuadras vigilaba al marinero que en un estado de efusiva alegría, besaba a cuanta mujer encontraba en su camino. Cuando lo vio acercarse a la enfermera tuvo tiempo de enfocar su cámara y disparar cuatro veces para inmortalizar el beso.

Ahora se recuerda aquel 14 de agosto en la misma plaza

Pero allí también estuvo el teniente fotógrafo de la Armada estadounidense Víctor Jorgensen, quien captó la misma escena desde otro ángulo, que dio a la foto un encuadre distinto. La foto de Jorgensen fue publicada por el diario New York Times.

Así pues, el intempestivo beso de Casillas a Carbonero, ha sido el anzuelo para evocar aquel otro que celebraba con legítima euforia el término de la guerra y, de paso, revivir las imágenes de ambas situaciones, tan lejanas en el tiempo y tan cercanas por la dichosa expresión de felicidad humana que exhiben.

Luis Eduardo Podestá
(Con datos de la prensa internacional, internet y archivo)

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